La serigrafía es una de las técnicas de impresión más rodeadas de mitos de la industria gráfica, se dicen tantas cosas que se ha llegado a cuestionar su calidad, versatilidad, practicidad e incluso rentabilidad; lo irónico es que es que estas dudas suelen partir de una de las mayores virtudes de esta técnica: la capacidad de hacerse de forma totalmente manual y artesanal, o completamente automatizada. Más allá de que, por supuesto, hay diferencias entre estos procesos, lo cierto es que la calidad depende de muchísimos factores que tienen más que ver con la capacitación de quien la realiza que con desventajas propias de la técnica.
El origen de estas creencias podría estar en el hecho de que muchos industriales han experimentado solamente la serigrafía artesanal, mientras que algunos artistas la consideran una técnica industrial de alta productividad. Lo cierto es que estamos hablando de un proceso de impresión sumamente noble, capaz de adaptarse a distintas tendencias de diseño, sustratos, formas, e incluso volúmenes de producción, de ahí que hasta la actualidad siga siendo usada en industrias que van desde la textil, industrial, médica y alimenticia hasta la automotriz.
Por supuesto, esto no quiere decir que sea una técnica sencilla, requiere un profundo conocimiento del proceso y materiales de alta calidad.
¿Todo listo?
Podríamos decir que la serigrafía es un tipo de estampado que se realiza utilizando un bastidor de madera al cual se ha tensado una tela de nylon o poliéster (malla) grabada; posteriormente, la malla se coloca sobre la superficie a imprimir y se coloca una cantidad considerable de tinta en uno de los extremos que luego se arrastra uniformemente con una rasqueta, gracias a que la malla ha sido tratada previamente, sólo deja pasar la tinta a través de ciertas partes, según el grabado, dejando así el dibujo plasmado en cualquier superficie. ¿Suena fácil? Pues no lo es del todo, para que funcione es necesario cuidar muchos detalles y entre ellos definitivamente se destaca la malla grabada.
Como sabemos, la elección de la malla es fundamental, pues existe una gran variedad de ellas y cada diseño tiene necesidades muy específicas. Se trata simplemente de una tela especial tensada a un marco de madera, pero se clasifican según la cantidad de hilos que tengan por centímetro o pulgada lineal; las más abiertas (entre 15 y 42 hilos por centímetro) dejan pasar una mayor cantidad de tinta y se usan para imprimir materiales absorbentes como telas de algodón, mientras que las más cerradas (entre 77 y 120 hilos por centímetro) permiten pasar menos tinta y se utilizan para imprimir materiales menos absorbentes como el cuero, vinilo, acrílico, vidrio, metal, etcétera.
Ahora bien, el primer reto de la serigrafía no es solamente elegir la malla más adecuada a nuestras necesidades de diseño, sino tratarla de forma correcta. Con frecuencia escuchamos que las mallas son “grabadas”o “emulsionadas” con la imagen o texto que deseamos pasar a otro sustrato, pero ¿cómo se hace esto? En esta parte del proceso llega un factor fundamental del que se habla poco: el esténcil, que básicamente es la impresión de la imagen en la malla para determinar por dónde pasará tinta y por dónde no al sustrato final. Existen tres formas de hacer el esténcil:
Esténcil de papel
Es muy usada en procesos manuales o de aprendizaje ya que su costo es mínimo y no implica el uso de emulsiones especiales, sin embargo, otra vez, esto no quiere decir que sea sencillo, pues es necesaria una presión constante y cierta práctica. Se necesita simplemente una hoja de papel. Sobre ella se dibuja el diseño o las letras que se desean imprimir y se recortan con un bisturí o un cúter de alta precisión.
Luego, en una malla limpia se coloca un margen de cinta masking tape u otra similar, de modo que en el centro de la malla quede un cuadro libre poco menor que el esténcil de papel, éste se monta sobre la superficie a imprimir, encima de la malla. Ejerciendo presión para que el papel y la malla queden perfectamente alineados y no se muevan durante el proceso, se aplica un poco de tinta en el interior de la malla, se extiende por todo el bastidor y se recoge el sobrante de contra el marco; es importante saber que algunos sustratos solamente requieren una pasada, mientras que las telas suelen necesitar dos.
Una vez que se levante el bastidor notaremos que el esténcil de papel se ha quedado pegado a la malla gracias a la tinta, de modo que puede usarse para hacer más estampados. Dependiendo de la calidad de papel, este esténcil puede servir para alrededor de treinta impresiones consecutivas.
Esténcil de película celulósica
Se trata de colocar una capa de celulosa verde sobre la malla para delimitar el paso de la tinta usando vinilo. Para ello es necesario colocar un pedazo de vinilo sobre un diseño que se quiera copiar con la celulosa verde hacia arriba y el vinilo en contacto con el diseño, esto se fija con cinta adhesiva y con la ayuda de un bisturí o cúter se hace un calcado del dibujo cortando solo la capa de celulosa sin dañar la superficie del vinilo. Si los cortes en las esquinas se cruzan será posible desprender la película dejando las puntas agudas. Luego del corte se levanta la película con cuidado usando la punta del bisturí. Tanto la malla como el esténcil deben estar muy limpios y libres de grasa.
Luego el esténcil recortado se coloca sobre un cartón y encima se pone la malla, ejerciendo presión y alineándolos muy bien. Con un trapo cubierto de thinner laca se recorre suavemente el interior de la malla en el área del esténcil, esto provocará que la película de celulosa se derrita y cambie su color a un verde más intenso; cuando esto suceda, con la ayuda de un trapo seco es necesario friccionar la malla para lograr que la celulosa se adhiera perfectamente a ella. Alrededor de diez minutos bastan para que el material se seque perfectamente. Si después de eso retiramos el vinilo con cuidado, veremos que a la malla se ha quedado adherida una película resistente a las tintas base agua y a la mayoría de los plastisoles, pero no a las solventes. Este tipo de esténcil se usa en altos volúmenes de producción ya que puede soportar hasta dos mil impresiones seguidas sin gastarse.
Esténcil de emulsión fotosensible
El más usado de los tres métodos por su versatilidad y durabilidad, este esténcil es ideal para estampados grandes y pequeños con el mismo grado de detalle y es el que se usa en los grandes tirajes de la serigrafía industrial gracias a que permite hacer miles de estampados sin deteriorarse. Para hacer un esténcil de estas características se necesita:
Un positivo, es decir, un dibujo en negro sólido sobre un material transparente o semitransparente como acetato o algún tipo de papel ligero. Estos dibujos se pueden imprimir de manera digital o hacer a mano con tinta china, siempre y cuando se tenga mucho cuidado de no generar zonas grises o ligeramente más opacas que el resto. Incluso, si el diseño lo permite, se puede hacer el positivo mediante fotografía. Es importante tener en cuenta que cuando se trata de serigrafía en varios colores es necesario hacer un positivo por cada uno de ellos.
La emulsión sensible a la luz es muy importante, se trata de una sustancia viscosa que se aplica sobre la malla y tiene algún color para distinguir claramente dónde se ha esparcido. Ésta debe mezclarse previamente con un sensibilizante (por lo general basados en bicromato de amonio) para que reaccione con la luz. Luego, la sustancia completa y bien integrada se esparce uniformemente por toda la malla con ayuda de la rasqueta, pasando por ambas caras de la misma cuantas veces sea necesario para dejar una capa uniforme de emulsión. Ya que estamos usando una sustancia sensible a la luz, el proceso anterior debe llevarse a cabo en condiciones de luz atenuada, cerrando las cortinas o en una habitación con poca luz natural si es de día, y con luz normal de lámparas si es de noche, aunque en ninguno de los casos es necesario un cuarto oscuro. Finalmente, la emulsión debe secarse completamente hasta quedar opaca, esto puede lograrse con el uso de un secador de cabello de aire caliente.
Exposición a una luz fuerte. Una lámpara de 500 vatios o más es capaz de endurecer la emulsión a tal grado que no se separará de la malla al contacto con el agua. Antes de exponer a la luz, el positivo se coloca sobre la malla para que las partes negras bloqueen el paso de la luz, evitando así que la emulsión se solidifique en esas áreas. Esto significa que al enjuagar la malla con agua, tendremos una tela bloqueada excepto en las partes correspondientes al diseño. Por supuesto, entre mayor sea la intensidad de la luz, menor será el tiempo de exposición, lo importante es asegurarse de que la luz llegue uniformemente a toda la malla. Una vez seca, se hace el
revelado.
Revelado de la malla. Para este último paso se requiere aplicar agua a presión sobre toda la malla. Las zonas que no estuvieron expuestas a la luz, es decir aquellas cubiertas por la parte negra del positivo, dejarán caer la emulsión, mientras que las áreas iluminadas estarán tan sólidas que la presión del agua no las separará de la malla.
De esta forma habremos obtenido un esténcil muy resistente que estará listo para usarse una vez que que esté perfectamente seco y sólido.
La impresión
Se trata del último paso en el proceso serigráfico que ya conocemos, estampar un diseño sobre una enorme variedad de sustratos. Para optar por un tipo de esténcil pensemos siempre en el resultado final que deseamos obtener y el volumen de nuestra producción, pues si bien un esténcil de papel puede servirnos en el estampado de unas cuantas camisetas, los tirajes industriales necesariamente requieren uno de emulsión fotosensible o película celulosa. Del esténcil depende la definición de los trazos y el correcto pase de tinta a la superficie final, por eso es tan importante. Si se desea, las mallas con emulsión fotosensible pueden reciclarse para hacer otros trabajos, solo es necesario limpiarlas a profundidad con un removedor líquido o en pasta, o con hipoclorito de sodio, el cual se aplica en toda la malla y se deja actuar por cinco minutos para luego enjuagar con agua.
Por supuesto el éxito depende no sólo de elegir la técnica de esténcil más adecuada, sino de saber aplicarla con maestría, y eso, por supuesto, sólo se logra con
práctica.