En la actualidad, podemos almacenar o trabajar con nuestras imágenes digitales en distintos formatos que nos sirven tanto para imprimirlas, como para hacer diseños, retocarlas, almacenarlas e, incluso, para tener en cuenta al momento de la toma o del escaneo.
Podríamos distinguir a cada formato por cómo fue creado, con qué equipo se maneja, su uso y el soporte en el que se almacena. No obstante, el punto que más debe interesarle al fotógrafo es la calidad de imagen que permite cada uno.
Recordemos que el objetivo principal de la compresión es reducir el peso de la imagen para permitir que su manejo, almacenamiento, transmisión o descarga sean más eficientes. Asimismo, la compresión de la imagen puede ser con pérdida (lossy) o sin pérdida (lossles).
Los tipos JPG, PNG y GIF son los formatos de archivo comprimido de imagen más populares. Por el lado de los no-comprimidos, el más popular es el RAW, y también está el TIFF, que permite ambas opciones.
Elegir entre un formato comprimido o sin comprimir es un asunto que merece atención, puesto que además de influir en el peso del archivo, y con ello, en su manejo y almacenamiento, también tiene que ver con la calidad final de la imagen.
En esta ocasión, explicaremos cuáles son las características de los formatos de archivos de imagen más comunes y sus usos más frecuentes.
JPEG o JPG
El archivo JPG (join photographic expert group) es el formato de archivo de toma y almacenamiento de imagen más usado en todo el mundo. Generalmente, su compresión se mide de 1 a 12, que va desde la calidad más baja, hasta la más alta.
Cada vez que abrimos un archivo de este tipo, éste se descomprime por medio de algoritmos matemáticos que barajan la información para que pueda ser leído. Al cerrarlo, se comprime nuevamente. Cada vez que este proceso se repite, hay una pérdida de información en la fotografía y, por ende, de nitidez y detalle. Cuanto mayor es la tasa de compresión, mayor es el deterioro de las imágenes.
Procura no almacenar imágenes en formato JPG si piensas seguir traba-jando con ellas, porque cada vez que abras el archivo, se va a degradar. Espe-ra hasta que hayas terminado de editarlo. Además, si el archivo es importante o si le tienes cariño a esa foto, procura guardar el original en un formato libre de pérdidas como TIFF o BMP a su máxima profundidad de color.
TIFF
Las imágenes con formato TIFF (tagged image file format) son más usadas en el campo profesional por diseñadores y fotógrafos gracias a la opción de ser guardadas con o sin compresión. Muchas cámaras digitales permiten capturar las fotos en este formato, el cual es el más universal en el campo de las imágenes sin comprimir.
Tiene la ventaja de que utiliza profundidades de color desde 1 hasta 32 bits, lo que proporciona imágenes de excelente calidad, aunque produce archivos muy grandes.
BMP
Los archivos BMP (mapa de bits) son propios del sistema operativo de Microsoft Windows y permiten guardar imágenes de hasta 16,7 millones de colores (24 bits). Se les puede dar compresión sin pérdida de calidad. Estos archivos no son muy eficientes en cuanto a su uso de espacio en disco porque son muy pesados. La ventaja es que guardan gran cantidad de información de la imagen, aunque generalmente terminan transformándose en otros formatos como JPEG, GIF o PNG.
PSD
Este es el formato propio del programa PhotoShop®, que permite guardar las imágenes que han sido trabajadas junto con información como las capas, canales, selecciones, trazados, textos, recortes y diversos efectos.
Se usa principalmente para el retoque de gráficos y fotografías.
PNG
Este formato nació para sustituir a los archivos GIF, ya que utiliza buenos sistemas de compresión, no permite la pérdida de datos al comprimir y llega hasta los 24 bits de profundidad de color. Además, se muestra correctamente en los navegadores y es de uso libre. Su aplicación es cada vez más extendida en Internet y en publicaciones digitales.
PDF
Otro formato de Adobe es el PDF (portable document file), que ofrece distintas opciones de compresión y tiene la ventaja de que los archivos pueden transferirse fácilmente por Internet, pesan poco, son hasta cierto punto manipulables, representan una buena opción para la visualización rápida y se pueden guardar como modo exclusivo de lectura.
RAW
El formato RAW (“crudo”, en inglés) es el rey para muchos fotógrafos; para otros, es una aparatosa carga. Todo depende de cómo te guste trabajar y de qué tanto te interese corregir y editar tus fotos, ya que este es un formato de toma fotográfica que contiene la totalidad de los datos de la imagen como fue capturada por el sensor de la cámara y nos da la mayor calidad posible (permite una profundidad de color de hasta 48 bits).
Es lo más parecido a un negativo o a una diapositiva en fotografía análoga. El problema es que son archivos que ocupan mucho espacio y cuyo uso puede no ser muy rápido debido a la gran cantidad de información que contienen.
Para trabajar con estos archivos hay que pasarlos por un proceso de “revelado” en programas como PhotoShop® o Lightroom®, para hacerles (si se desea) una gran variedad de ajustes, tales como corrección de luces, sin afectar las sombras. También puede realizarse un balance de blancos, corrección de tonos o perspectivas y, finalmente, convertirlos a JPG o TIFF.
La idea no es tomar fotos malas o con los parámetros mal establecidos, pero si eso llegara a sucederte, el haberlas tomado en este formato puede ser tu salvación. Te permite rescatar del basurero un sinfín de imágenes sólo con mover algunos manejadores, ya no se diga si se trata de corregir sólo algunos detalles. Por ello, para muchos amantes de la perfección el peso del archivo no es un obstáculo, porque esa “molestia” se compensa al momento de comprobar la calidad de las imágenes, que llega a ser excepcional y nos permite imprimir hasta en formatos gigantescos.
La mayoría de las cámaras fotográficas profesionales cuentan con la opción de formato RAW, que en algunos casos se llama de modo distinto, como NEF, CRW, DNG, CR2, RWL, AWR, etc., dependiendo de la marca del equipo.
Ya seas un profesional de la fotografía o no, considera en qué formato capturas y almacenas tus fotos, ya que de ello depende el éxito del uso y manejo que quieras darles en el futuro.
Por último, no está de más recordarte que siempre guardes un respaldo de tus fotos, porque nunca sabemos cuándo tendremos que recurrir al archivo original, además de que las tendrás a resguardo contra cualquier eventualidad, como pueden ser el robo o la descompostura de tu equipo.