EL VERDE ES FUTURO

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Frente a la crisis ambiental que estamos atravesando en la actualidad, y con miras a preservar la vida en el planeta, tanto los organismos internacionales como los gobiernos y grupos activistas de todo el mundo están impulsado políticas conservacionistas que buscan reducir la producción de basura, el desecho de residuos tóxicos y el abuso de sustancias nocivas, entre muchas otras actividades. Estas iniciativas han impactado en prácticamente todos los sectores y modelos de negocio, y por supuesto, la industria gráfica no ha quedado fuera.

No es para menos, se trata de un mercado exigente que se comporta de forma muy vertiginosa, creando siempre nuevos materiales, herramientas, aplicaciones y técnicas de trabajo que forzosamente requieren volúmenes de producción demandantes y comúnmente contaminantes. Afortunadamente esa situación está cambiando y cada vez es más común encontrarse con negocios “verdes” o proyectos responsables que minimizan el impacto ambiental; pero esto no depende enteramente de la buena intención de los empresarios o sus posibilidades económicas para adaptarse a ciertos modelos ecológicos, sino que han atravesado algunos procesos de certificación e incluso regulaciones legales, que cada vez se vuelven más estrictas y populares entre los consumidores.

EL NUEVO PÚBLICO
Estudios han demostrado que las generaciones más jóvenes tienen un interés alto en el origen de las cosas que consumen y, sobre todo, en el impacto ambiental que éstas generan, lo cual ha resultado en consumidores más exigentes. Aunado a esto, los índices de contaminación global se han disparado y hemos alcanzado un grado de urgencia que requiere acciones legales. Particularmente hablando del mercado de la impresión, los últimos años han sido decisivos para su reestructuración y nuevas modalidades encaminadas a procesos más sustentables.

Ya sea porque el público lo está pidiendo, o porque es una excelente oportunidad para ser más conscientes y responsables con el mundo que nos rodea, este es un momento decisivo para el sector de la impresión y su impacto futuro. Si bien muchas certificaciones se adquieren por filosofía propia de las empresas, nuevos reglamentos y normativas obligatorias están surgiendo, lo cual sin duda representará un giro positivo en el camino de esta industria.

SELLO DE GARANTÍA
Para adquirir una certificación las empresas atraviesan un proceso minucioso de revisión a sus modelos de producción y el impacto mismo de los productos que ofrece, con el fin de garantizar su confiabilidad a las personas que lo consumen, o incluso promoverla como una marca socialmente responsable.

Existen muchísimas certificaciones, algunas más reconocidas que otras, y suelen estar especializadas en ciertas problemáticas o metas de mejoría. Para el sector de la impresión la mayoría de ellas está concentrada en problemas ambientales, proyectos de saneamiento o concientización ecológica; algunas de las más populares son:

FCS. Expedido por la organización internacional Forest Stewardship Council, este certificado garantiza que la cadena de producción en la fabricación de productos impresos ha sido revisada a profundidad, incluyendo el tratamiento posterior y la logística, y toda ella cumple los estándares de la fundación que busca la explotación forestal sostenible. De esta manera, los consumidores pueden estar seguros de que, siempre que adquieran un producto avalado por FCS, el fabricante está comprometido con la conservación de los bosques.


PEFC.
También enfocado en la preservación, el Programme for the Endorsement of Forest Certification Schemes (Programa de Reconocimiento de Sistemas de Certificación Forestal) es una organización independiente que certifica la explotación sostenible de los bosques en la fabricación de papel, y garantiza que un proveedor de impresos utiliza papel proveniente de celulosa o madera obtenida de forma responsable ecológica, social, y económicamente.

Por supuesto, al ser la materia prima de la impresión, el papel y su origen sustentable son temas importantes que suelen abordarse en la mayoría de las certificaciones, pero no todas ellas giran en torno a él. Algunas se concentran en el gasto energético de las máquinas impresoras o la emisión de compuestos orgánicos volátiles.


EPEAT,
por ejemplo, se trata de un sistema de certificación medioambiental que mide el impacto de los equipos electrónicos, y evalúa diversos aspectos como el diseño, la fabricación, su consumo de energía, las posibilidades de reciclaje, los materiales, etcétera, para determinar qué tan contaminantes pueden resultar, no solamente durante su vida útil, sino una vez que se convierte en desecho.


Energy Star. Centra sus esfuerzos en promover el ahorro de energía eléctrica como una meta de preservación, y certifica todos los productos que de alguna forma contribuyen a ello, desde materiales, equipos, consumibles y más. Esta certificación es un excelente ejemplo de rigurosidad, ya que continuamente se está modificando y cada año establece estándares de calidad más altos.


Greenguard.
Se trata de una certificación muy popular que no es fácil de obtener y que, desde distintos frentes, busca contribuir a mejorar la calidad del aire en espacios cerrados, pues además de velar por el entorno, tiene como uno de sus principales objetivos el cuidado de la salud humana. En el campo de la impresión, evalúa la emisión de compuestos orgánicos volátiles y recomienda a los usuarios procesos que reduzcan la exposición de las personas a químicos y contaminantes. Para certificarse con Greenguard es necesario atravesar un proceso de pruebas científicas independientes y un monitoreo constante de emisiones químicas.

Aunque todos estos esfuerzos se agradecen, no han sido suficientes para reducir los índices de impacto ambiental, y tanto los gobiernos como organismos internacionales están impulsando normativas y reglamentaciones de fabricación, distribución y consumo. En el caso de México, este tipo de acciones se remontan a la década de 1970, cuando se creó la Subsecretaría de Protección al Ambiente, y así mismo la Ley Federal para Prevenir y Controlar la Contaminación ambiental. Por supuesto, esta ley ha evolucionado muchísimo desde entonces y se ha ido adaptando a las nuevas tecnologías como lo son las tendencias de impresión, las cuales están reguladas en cierta medida por la NOM-ECOL (Normas Oficiales Mexicanas Ecológicas), principalmente enfocado en la protección del aire y el agua, el desecho de residuos químicos y la emisión de ruido. En función del tamaño de una empresa, sus volúmenes de producción y las actividades de saneamiento que realice, las NOM-ECOL regulan la cantidad de químicos que las empresas desechan, dónde lo hacen y con qué frecuencia, con el objetivo de  reducir la contaminación del agua.

Así mismo, los negocios de impresión en México deben reportar sus niveles de ruido, consumo eléctrico y, muy importante, la emisión de compuestos orgánicos volátiles. Además de contar con sistemas de ventilación eficaces, espacios amplios y planes de emergencia, estas empresas deben someterse continuamente a verificaciones y certificaciones que garanticen la sustentabilidad y legalidad de sus actividades.

Lamentablemente, en México aún existe mucho comercio informal fuera de estos marcos regulatorios, sobre todo pequeños negocios que si bien no contaminan en extremo, a la larga forman parte de un sector industrial muy significativo, se cree que solamente están bajo verificación ecológica alrededor del 60 por ciento de éstos, mientras que los procedimientos de muchos aún se desconocen. A nivel mundial las leyes avanzan de forma paulatina, siendo las grandes empresas multinacionales las más difíciles de regular, pues la legalidad de ciertas actividades varía en cada país. Si bien no existe un gobierno internacional que pueda proceder legalmente contra un particular, los grandes cuerpos como la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas, entre otros, sí pueden generar acuerdos y compromisos de condenar faltas al interior de cada país, como lo son las normativas que prohiben tirar ciertos desechos químicos en aguas nacionales. En los últimos años se ha vuelto imperante controlar la emisión de gases tóxicos comúnmente expedidos por algunas tintas muy agresivas, así como el desecho de derivados plásticos.

Aunque ya existen muchas opciones ecológicas para los impresores, a veces no es fácil invertir en un negocio completamente verde y cambiar todo un modelo de producción, pero vale la pena poco a poco virar hacia estas iniciativas que no solamente son una tendencia de mercado y oportunidad de negocio, sino que contribuyen a la preservación del entorno y en ocasiones pueden representar un ahorro económico considerable. Es muy probable que en los próximos años tanto las certificaciones como las regulaciones legales ecológicas se vuelvan mucho más rigurosas de lo que son ahora, lo cual seguramente favorecerá a la industria de la impresión, y traerá consigo muchas innovaciones.

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